Esta difícil experiencia de la Crisis del agua en Monterrey en 2022 requerirá un cambio de pensamiento, pero sobre todo de paradigma.

Por Rosario Sánchez

En la novela La Leyenda de los Soles (1993), Homero Aridjis describe un México superpoblado y una escasez de agua en el Valle de México tan severa que sus habitantes asaltan pipas de agua en la entrada de la ciudad. Es decir, la gente de la novela vive una crisis.

Quizá la primera premisa de la novela de Aridjis no ha sucedido, pero la segunda se volvió realidad este año en Monterrey. La crisis hídrica o escasez de agua sufrida por la ciudad más poblada del norte del país no solo es fruto de problemas en las políticas de manejo de agua, sino un indicador de que una vasta región de Norteamérica –que incluye a Estados Unidos– podría vivir escenarios similares si no se toman medidas urgentes.

¿Qué sucedió en Monterrey?

En pocas palabras, las necesidades de agua de la ciudad (aproximadamente 15 mil litros por minuto) chocaron con una disminución del suministro a menos de 12 mil litros por segundo entre los meses de febrero y agosto. Y una suma de factores que se combinaron para disminuir el suministro y generar una crisis.

La combinación de factores llevó al límite esta crisis hídrica en Monterrey; sin embargo, no es exclusiva de esta ciudad. Según El Atlas de Vulnerabilidad Hídrica en México ante el Cambio Climático (Conagua 2015), las cuencas del Valle de México, del norte de Sinaloa, del río Conchos en Chihuahua y la cuenca del río Lerma que proporciona agua al Bajío tienen una muy alta vulnerabilidad ante sequías prolongadas.

Evitar la crisis hídrica

Estados Unidos también tiene problemas similares con ciudades de México con las que tiene una relación muy estrecha como el Valle de Texas y el estado completo de California, y que podrían presentar severa escasez de agua en los próximos años.

Evitar que se repitan las crisis hídricas en metrópolis como Monterrey y que la profecía de Homero Aridjis se convierta en una escena cotidiana requerirá dinero, cultura de ahorro, de nuevos hábitos, sobre todo, una forma de ver el agua como un recurso que no es infinito del cual dependemos y que necesitamos aprender a crecer en armonía con nuestro entorno. En otras palabras, un cambio de paradigma.