Es momento de saber cuánta agua consumes al elegir una dieta en particular, una vestimenta o al tener un hábito de consumo.
Por Rosario Sánchez
“¡Ciérrale!”, “No riegues las banquetas”. Mensajes comunes, casi clásicos, utilizados por las ciudades y organismos operadores para conservar o no malgastar agua y cuidar su consumo. Crecimos con ellas, al menos mi generación y yo, ahorita, no tengo idea qué mensajes están escuchando las nuevas generaciones, pero prefiero no pensar en eso por temor a deprimirme.
El divorcio del ser humano con el medio ambiente nos ha impedido ver más allá de lo que significan los sistemas ambientales que nos proveen de agua. Si vemos el problema desde el punto de vista global, el mayor consumidor de agua es la agricultura (entre 70 y 80%), seguido por la industria (entre 10 y 15%) y el uso urbano, apenas entre 8 y 5%. Incluso si fuésemos los más avanzados en conservación de agua a nivel urbano, los problemas serán muy similares, por lo menos a nivel global. No se trata solo de limitar el uso del agua en la ciudad. ¿Qué pasa con la agricultura?
Es la primera vez en la historia de la humanidad que la naturaleza se comunica directo y a la cabeza: el agua. Lo que hagamos no será suficiente a menos que logremos entender que no se trata solo de cerrar la llave, sino de saber de dónde y cómo llega el agua a tu casa; cuánto pagas y cuánto vale (que no es lo mismo), cuánta agua consumes al elegir una dieta en particular, una vestimenta o al tener un hábito de consumo.
A mí me encantan los tacos y no los pienso dejar, pero sí puedo reducir su consumo. Este simple cambio, que no es drástico, que no afectará mi calidad de vida ni necesitaré terapia para superar ningún trauma, conlleva un impacto mucho mayor en la cadena productiva, de largo plazo, multidimensional y, por qué no, generacional, que dejar de regar la banqueta.
El simple acto de tomar una decisión consciente, informada e integral, que considere el largo plazo y el ajuste de los hábitos de consumo del agua y, en general, de otros productos que requieren de este líquido para producirse, es la única forma de tener un impacto significativo en la tendencia de disponibilidad de agua a nivel local, regional y mundial.